Caleidoscopio
Por Ishtar de los Ríos
Una voz parece resonar en el aire y expresar sin cansancio: “no creas en lo que dicen los políticos, no creas en lo que dice la publicidad, no creas en lo que dicen los medios”.
¿Qué sigue entonces? Quedarnos así, incrédulos, ignorantes, vacíos de contenido e inoperantes?.
Quién puede hablar de objetividad, esa nimiedad que a esta altura del partido queda tan fuera de registro que ni figura en el léxico de los estudiantes de Ciencias de la información. Nos enseñaron que no hay objetividad posible. Hay señores, hay intereses, hay prejuicios, hay negocios, hay mediocridad, hay de todo menos objetividad.
Porque es extremadamente subjetivo pedir objetividad, racionalidad, no contaminación emocional ni dogmatismos de ningún tipo, y ojo con dejarse llevar por políticas de turno y conveniencias económicas o laborales.
No le creamos a ningún medio, pastor, o líder carismático de turno. Pero es que los medios son aquellos que tienen la obligación de contarme de qué va la cosa. Pero es que los líderes son los encargados de llevar a la gente las ideas y propuestas, las críticas y mentiras. Si nadie se expresara, ¿con qué textos o discursos armo mi visión de la realidad? Si no tengo un relato ni los datos del relato, ¿no hay relato?
Según Noam Chomsky “los grandes medios de comunicación se han convertido en simples agentes de prensa de los grandes poderes”.
¿Y donde está la verdad? ¿Cómo podemos lidiar con estos relatos de los poderosos? ¿Qué hago con toda esta información, la desecho previamente a escucharla? ¿Para qué me sirve, si igual de antemano sé que es falsa?
Cada poder arma un discurso. Ejerce también el derecho de expresarse libremente, y nosotros el de aprobarlos o disentir. Sencillamente, el problema parece ser que los relatos de los no poderosos quedan truncos, truncos por falta de presupuesto para ser emitidos, truncos por falta de interés en la audiencia para ser escuchados, o peor aún, pasan a convertirse en meros disfraces de algún interesado de turno presto a auto-salvarse mientras el poder le dure, y a costa de los fondos del pueblo.
Cercanos al 28 de junio próximo, reflexionemos que no sirve de nada leer sólo aquello que confirma lo que pensamos, nos asemeja a los dogmatismos extremistas e irracionalismos propios de tantos discursos religiosos. Nos cierra el mundo, nos vuelve soberbios consumidores de nuestra propia verdad, nos limitamos al círculo de confirmaciones de verdades auto-profetizadas. Es importante a la hora de tomar una decisión confrontar nuestro sistema de pensamiento con quienes piensan distinto. Estamos en un tiempo donde sólo superan al desinterés por la cosa pública quienes tienen oídos para un único discurso, aferrándose a una verdad revelada de la que están convencidos, despreciando todo cuestionamiento y clausurando toda opinión contraria a la propia. Es en ese círculo de demagogia y cerramiento deliberado donde se pierde la posibilidad de entender otras posiciones, enriquecer las propias y llegar a un objetivo común.
Cada relato del mundo es una visión del mundo. Todas esas visiones del mundo, sumadas, restadas, multiplicadas, hacen el calidoscopio en el que vivimos. Si dejamos a un lado la apatía y el desinterés por el futuro de todos, y abrimos la mente a todas las voces, las que incluso disienten con nosotros, si nos esforzamos por participar aunque sea desde nuestro pequeño lugar del debate, así podremos tener un acercamiento medianamente realista de lo que pasa en el mundo y aportar nuestro granito de arena con responsabilidad y porqué no, esperanza.
1 comentarios:
Un punto de vista interesante. ¿Realmente seria mucho pedir poder elegir en un ambiente donde todos los partidos politicos esten en igualdad de condiciones? Yo creo que es el estado el que deberia asegurar esto y fijar pautas, para que cada propuesta llegue a los votantes con igual fuerza.
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